Piensas que la libertad de pensamiento y el reconocimiento de la igualdad de los actores culturales son gracias que una democracia concede, lujos que nos podemos permitir en condiciones favorables y que, por tanto, pueden posponerse. Pero si intuyes que existe algo que podamos llamar «cultura democrática», verás que la libertad de pensamiento y de creación, el respeto del otro, el reconocimiento elemental de la igualdad, son los fundamentos mismos de tal cultura. De estos principios emana todo lo demás: los derechos, los ideales, sus expresiones plurales, el sentido mismo de una democracia y su legitimidad.
•